Reflexiones migrantes: la risa como un intercambio necesario
Esto no se trata (solamente) de mi origen extranjero, viviendo en la capital de Chile...se trata de cómo los seres humanos nos vemos forzados alguna vez en la vida a mantener un intercambio con una (o varias) realidad(es) distinta(s). He ahí el desafío: sentirse extraña o como de una especie exótica y estar en armonía al mismo tiempo...ser una misma, extranjera, en una tierra donde todxs se conocen y tienen modos...formas, ritmos y costumbres arraigadas y al mismo tiempo ser capaz de comprender las cosas en su contexto.
Durante el mes de noviembre (2021) tuve la oportunidad de viajar al sur de Chile. Me han invitado a trabajar a Coñaripe (Región de los Ríos), llevando el curso de clown Buscando la Diosa que ríe. Conducir un curso de clown para 14 mujeres en esas tierras lejanas era un desafío que estaba dispuesta a realizar. Estaba todo listo para emprender mi viaje de 12 horas en autobús e instalarme.

Pinda Negra: espacio cultural autogestionado donde se llevaron a cabo las 18 horas de curso.
¿Cuál es mi necesidad de venir aquí? va más allá de impartir un curso de teatro para mujeres enfocado en el clown como técnica, mi necesidad es congregarme con otras mujeres y compartir aquella sabiduría que escondemos y que somos capaces de DAR en cualquier parte cuando nos juntamos. El poder revertir situaciones absolutamente trágicas en una catarsis colectiva que nos conduce por un camino sin culpas ni cruces...un bálsamo que da fuerza para resistir...para seguir luchando y hacernos paso en este mundo.
Desde la primera sesión, nuestro primer encuentro, les propuse una total entrega, sin prejuicios, sin miedos. Para pedir algo así, hay que entregar algo que tenga el mismo valor, el mismo nivel de compromiso...di todo de mi.
A pesar de ser 15 mujeres juntas en un mismo espacio, la intimidad que se respiraba era imposible de negar.
Cada una compartió sus motivaciones por estar allí en el curso Buscando la Diosa que Ríe, además de reflexionar acerca de las señales que la vida nos ha enviado para que nos diéramos cuenta de lo que REALMENTE significa ser mujer en este mundo. ¿Cuándo/cómo me di cuenta de que ser hembra me hacía diferente de ser varón?. Las historias fluyeron como los ríos que le dan nombre a esta región...todas sabían qué quería decir con mis preguntas al grupo.
En este primer encuentro se cumplieron mis objetivos de sesión, pero también comprendí que no es llegar a un lugar y pretender entregar un saber...se trata de un intercambio, de un esfuerzo mutuo por nutrir un vínculo, y que para ello hay que ser conscientes de lo que pasa y que a veces se hace necesario ceder cuando las cosas no salen como las planeas. Digo esto, porque el mismo día en que tengo este maravilloso primer encuentro...al momento de bajar del bus y pisar tierras del sur...encontré un cartel pidiendo justicia a un año del feminicidio de una mujer asesinada por el padre de su hija. Su nombre era Yenny. Fue un duro golpe de realidad entender lo importante que es fomentar nuestro encuentro (como mujeres), y recordarme una vez más que por el simple hecho de ser mujeres se nos cree débiles y objetivo fácil para actos violentos. Tenemos que congregarnos para recuperar el poder sobre nuestros cuerpos, nuestras vidas...tomar decisiones en libertad.

Por eso, todas, las 15 mujeres, decidimos cambiar el itinerario de clases del día siguiente para poder asistir a la marcha a la que convocaba el cartel mencionado. Esa mañana cerramos nuestra sesión con un círculo de canto que fue el bálsamo que nos preparó para salir a marchar esa tarde y asumir una doble jornada de trabajo al día siguiente.
En esas 18 horas de curso descubrimos nuestra capacidad de reírnos de los poderes y los poderosos, de aquello que oprime a nuestro género, a nuestros pueblos en Latinoamérica e incluso a este territorio. No era posible pasar por alto la actual militarización del Wallmapu...simplemente NO.
Cada ejercicio fue una oportunidad para descubrir cómo bajamos de estatus a las y los poderosos, ser capaces de ver esa ridiculez juntas fue una gran catarsis para todas. Es así, a través de ejercicios en duplas, que fuimos develando la capacidad que tenemos de reírnos de nosotras y la absurdidad de nuestra realidad circundante.
Finamente, todo se hilaba: los mitos de diosas que lloraron antes de reír, de diosas que tuvieron que renunciar a algo sagrado para poder ser libres...todas ellas somos nosotras. En cada mito encontramos también la historia de nuestras vidas. A través del símbolo que las deidades femeninas han representado, vamos recuperando la risa olvidada...la risa cómplice entre nosotras que siempre ha existido, pero que se han encargado de acallar algunxs que no les gusta o no les conviene nuestra libertad.
Por eso, cada vez que inicie un encuentro de mujeres con el fin de impartir un curso de clown, comenzaré hablando acerca de ese por qué...de la necesidad actual de gestar redes de mujeres que realmente sirvan de algo: para apoyarnos en tiempos difíciles, para trabajar juntas desde el arte, para manifestarnos y organizarnos...me siento muy orgullosa y feliz de tener la posibilidad de gestar instancias de creación, de descubrimiento desde la comedia que viene a subvertir un orden...que viene a alborotar las aguas del río. Me encanta seguir en contacto con las mujeres con las que he intercambiado saberes y verlas florecer como artistas, poetizas, actrices, ejecutivas, gestoras culturales, pedagogas, madres, hijas, hermanas...
Al final, no era yo la extranjera...era una sensación alienante que acompaña al género, y que al hacerla verbo en el círculo, me daba cuenta que en realidad nos parecemos más de lo que creemos, a pesar de nuestras diferencias individuales todas nos sentimos o nos sentíamos así en algún momento de nuestro ciclo vital...ese tener que acomodarnos siempre a un otro...a ritmos que no responden a nuestros ciclos naturales. He ahí un foco de trabajo e inspiración para la creación artística, para que nazca la poética...trabajar desde mi conflicto personal, para que paradójicamente se haga universal.

El grupo completo en una fotografía, en el día de nuestro último encuentro.
No me queda más que agradecer a esas 14 mujeres, quienes formaron parte de la producción de este encuentro y lo hicieron posible. De ellas me llevo una fortaleza y convicción tremendas. Gracias por enseñarme tanto.
Isa H.